Cada vez que comes, sin ser consciente de ello, conectas tu paladar a una multitud de lugares remotos: supermercados, invernaderos, granjas, almacenes, redes logísticas, cadenas de frío, páramos… Más allá de sus roles individuales en el sistema agroalimentario, en su conjunto, este vasto y distribuido aparato permite la reconfiguración de la corteza terrestre en los bloques constitutivos de la vida humana. Una arquitectura metabólica que te permite, con cada bocado, mantener la integridad de tu composición corporal.
Pero, si es el caso que todo el sistema agroalimentario es una arquitectura, ¿cuál es su anatomía?
FOUNDATION, PRODUCTION, DISTRIBUTION, CONSUMPTION, DIGESTION
FOODSCAPES presenta un festín audiovisual que consta de cinco cortometrajes, cada uno profundizando en una capa distinta del proceso agrologístico.
Elaborados por equipos interdisciplinarios de arquitectos y cineastas, cada episodio cuenta una historia diferente, que es a la vez autónoma y al mismo tiempo interdependiente con las otras cuatro, formando una especie de narrativa no lineal que puede ser experimentada en cualquier orden. Desde las cadenas de frío que permiten la distribución de nuestros alimentos hasta los sistemas subterráneos que procesan sus excedentes, estos FOODSCAPES son el escenario donde la comida interactúa con algunos de los problemas más urgentes de nuestro tiempo.
Cuando comemos, no somos los únicos involucrados en el proceso de digestión. La ONU calcula que alrededor del 17 % de los alimentos que producimos acaban en la basura. Aquí, junto con los subproductos de nuestros propios procesos digestivos, los desechos inician un viaje invisible a través de los serpenteantes intestinos subterráneos de nuestras ciudades. Es en estos lugares ocultos donde se establecen los contratos entre los espacios urbanos y las ecologías que los sustentan. En este capítulo nos adentraremos en el recorrido invisible que emprenden nuestros alimentos cuando los desechamos como residuos. Exploraremos las intrincadas y a menudo ocultas infraestructuras que gestionan y metabolizan estos materiales, revelando el complejo enredo de sistemas urbanos y ecológicos que subyace en nuestra vida cotidiana.
Nuestras cocinas son campos de batalla; mucho más que un espacio para cocinar y preparar comidas, son un lugar de profundo significado social y político donde se construyen nuestras realidades sociales. En ellas asistimos a la normalización de los roles de género, del trabajo doméstico, de las estructuras familiares e incluso de las tipologías arquitectónicas. Sin embargo, si repensamos estos laboratorios domésticos, podemos liberar su potencial como herramientas para construir imaginarios alternativos y forjar nuevos modelos de comunidad y colectividad. Este capítulo profundiza en el poder de la cocina como lugar de transformación política y social y en cómo su redefinición puede desafiar las normas y jerarquías establecidas, creando así estructuras sociales y ecológicas más justas y equitativas.
¿Cuántos kilómetros recorren los alimentos antes de llegar a nuestros platos? A pesar de nuestros vanos esfuerzos por convertirnos en locávoros, los sistemas alimentarios siguen firmemente enraizados en un paradigma globalizado. Cada día, la intrincada arquitectura logística que da forma a esta cadena de suministros distribuye miles de millones de calorías y conecta nuestros paladares a una infinidad de temas y lugares remotos, como los paisajes automatizados de los puertos de mercancías o la mano de obra precaria que sustenta la economía gig de las plataformas de reparto. Este capítulo explora la relación entre comida, movimiento y su compleja interacción con diversas fuerzas infraestructurales, económicas y tecnológicas; desde la red climáticamente mediada que constituye las cadenas de frío, hasta los regímenes estéticos que dotan de movimiento a los alimentos para desencadenar el irresistible deseo que los conduce a nuestras mesas.
Aunque nuestras ciudades solo ocupan una pequeña fracción de la corteza terrestre, los paisajes operacionales necesarios para sostenerlas pueden abarcar vastas extensiones de territorio. En España, por ejemplo, esa superficie ocupa más de 23 millones de hectáreas, lo que supone casi la mitad del territorio nacional. Este capítulo se centra en los paisajes agrícolas que alimentan nuestras ciudades y en las arquitecturas y dinámicas que posibilitan su funcionamiento. Dentro de estas geografías productivas, tiene lugar una compleja y dinámica interacción de cuerpos —territoriales, humanos, animales y mecánicos—, cada uno de los cuales desempeña un papel fundamental en una polifacética danza interescalar. Es en este escenario donde la colonización del suelo converge con cuestiones de revisión urgente, como la instrumentalización animal o la explotación de la mano de obra inmigrante.
Tan diverso como una selva tropical o un arrecife de coral, dependemos de él para el 99 % de nuestros alimentos y, sin embargo, a pesar de toda su importancia, los mecanismos por los que funciona siguen siendo en gran medida misteriosos y poco conocidos. Este capítulo se centra en la infraestructura primigenia de la que dependen tanto la agricultura como la arquitectura: el suelo. El suelo bajo nuestros pies constituye la base misma de nuestros sistemas alimentarios, una compleja ecología de procesos y ensamblajes que media en la transformación química de la geosfera en biosfera y a la que debemos la riqueza y diversidad de nuestras despensas. Las tramas microscópicas que ocurren en este reino velado son macroscópicas en escala y alcance, y su estudio puede ser la clave para lograr un sistema alimentario más resistente, más distribuido, más diverso y más sostenible que el que hemos conocido hasta ahora.